El director despidió a la maestra por comprar zapatos para estudiantes pobres sin permiso; cinco horas después, recibió una llamada que lo hizo temblar…

Aquella mañana, el patio de una escuela pública en Jaipur todavía estaba rodeado de algunos flamboyanes rojos, y la brisa de principios de verano soplaba suavemente desde el viejo tejado de tejas. La maestra Meera —una joven docente que llevaba alrededor de un año en la escuela— sostenía en sus brazos unos pequeños zapatos de lona azul, con los ojos enrojecidos por haber pasado la noche en vela. El día anterior, había usado lo que quedaba de su salario mensual para comprar esos zapatos para Ravi, un alumno de su clase cuya familia era tan pobre que iba descalzo a la escuela todos los días, lloviera o hiciera sol.

Pero ese pequeño acto de bondad fue considerado como algo que “afectaba arbitrariamente la imagen de la escuela”. Sin ninguna reunión y sin escuchar ninguna explicación, el director, el Sr. Sharma, anunció airadamente la decisión de despedirla. Su voz fría resonó en el patio de la escuela:

“¿Quién eres tú para hacer todo esto sin permiso? ¡La escuela no es un lugar para presumir de tu bondad!”

Con los zapatos en las manos, inclinando la cabeza para disculparse sin poner excusas, la Sra. Meera tenía lágrimas en los ojos. Los alumnos de la clase miraban a escondidas por la ventana de madera, muchos de ellos llorando. Pero ella no culpó a nadie. Solo sentía compasión por Ravi, el niño flaco de siete años que el día anterior le había cogido la mano y gritado:

“¡Maestra, mañana tendré zapatos nuevos para ir a la escuela!”

Cinco horas después, mientras el Sr. Sharma estaba sentado en su oficina preparándose para firmar más documentos, el teléfono fijo sonó de repente. Era un número desconocido. Frunció el ceño y contestó:

—Hola, le escucho.

Al otro lado de la línea, una voz masculina profunda, incapaz de ocultar su enojo:

“Hola, habla Arvind Kapoor, director de la Fundación de Becas Prakash (Luz del Conocimiento). Acabamos de recibir información de la comunidad sobre una maestra de su escuela que fue despedida simplemente por comprar zapatos para estudiantes pobres. Quiero confirmar eso.”

El Sr. Sharma, avergonzado, respondió:
—Es… hubo un malentendido. Lo estamos revisando.

Pero la voz al otro lado no aceptó la negación:

“La Sra. Meera es la persona que estamos siguiendo para otorgarle el premio Maestra Inspiradora de este año. Su acción ha sido compartida por miles de padres y docentes en toda la India. Si usted cree que despedirla es la solución, lo siento, pero no podemos quedarnos callados.”

El corazón del Sr. Sharma dio un vuelco. Colgó el teléfono con las manos temblorosas. La maestra a la que había reprendido esa mañana representaba la imagen que el mundo académico siempre había buscado: una docente compasiva que sabe amar y cuidar a sus alumnos.

Una hora después, intentó contactar con la Sra. Meera. Pero ella no respondió al teléfono. En las redes sociales, la imagen de la maestra llorando con los pequeños zapatos en las manos se compartía por todas partes.

Toda la escuela estaba ahora alborotada. Los alumnos escribieron cartas pidiéndole que regresara. Los padres acudieron a protestar. Y en medio de todo esto, el Sr. Sharma permanecía sentado en silencio, abatido en su despacho. Por primera vez en más de 20 años como directivo, se sintió tan pequeño… frente a una acción tan grande y simple que había nacido del corazón de una joven maestra.