Cuando tenía 52 años, recibí una gran suma de dinero. Estaba a punto de contárselo a mi hijo, pero cuando llegué a la puerta de su habitación, no esperaba lo que escuché: estaban hablando de cómo iban a echarme de la casa.
Era una mañana brumosa en Quezon City. El cielo de diciembre estaba gris y frío. Una brisa helada se colaba por debajo de la puerta…