Nakita ng bilyonaryo ang kanyang dating kasintahan na iniwan niya 6 na taon na ang nakakaraan na naghihintay ng isang Uber na may tatlong anak na kapareho niya, ang hindi niya alam ay ang mga batang iyon ay si Julián Castañeda./hi
Multimillonario ve a su exnovia, a quien abandonó hace 6 años, esperando un Uber con tres hijos idénticos a él, lo que no sabía es que esos niños eran: Julián Castañeda, acababa de salir de una reunión en Polanco, era una de esas reuniones eternas donde todos se sienten importantes y hablan como si estuvieran salvando al mundo, él solo quería salir, de ahí se subió a su camioneta blindada, le dio las instrucciones de siempre a su acompañante y sacó su celular para checar mensajes mientras avanzaban por una calle medio atascada, miró por la ventana sin mucho
interés, fue entonces que la vio, ahí estaba, parada en la acera, justo frente a una farmacia, con el rostro cansado y un poco de desesperación, su cabello fue rápidamente recogido, vestía ropa sencilla y abrazaba una bolsa de supermercado medio rota a su lado, tres niños, los tres los mismos mismos ojos, misma boca, misma expresión, cuando miraban a todos lados como si esperaran que algo pasara y esos ojos eran los suyos, no podía ser, era No podía ser, se inclinó hacia delante para ver mejor, pero justo en ese momento otro coche se interpuso entre ellos y la imagen.
desapareció, “¡alto!” gritó Julián sin pensar, el conductor frenó bruscamente y volteó preocupado, Julián abrió la puerta sin esperar respuesta, bajó al nivel de la calle y buscó desesperado, la acera estaba llena de gente como siempre, pero ella ya no estaba, caminó rápido entre los peatones, buscándola, ignorando los comentarios de quienes lo reconocían, su corazón latía como loco, era ella, era Valeria y esos niños, después de unos minutos la vio cruzar la calle de la mano con los tres niños, subiéndose a un auto gris que claramente era un Uber, se quedó paralizado, sintió que se le
apretaba el estómago, no sabía si correr, gritar su nombre o simplemente dejarla ir, el auto arrancó y se perdió en el tráfico de la tarde, Julián no se movió, solo se quedó ahí parado viendo como esa escena lo había dejado temblando, regresó a su camioneta como en automático no dijo nada, el conductor lo miró por el espejo, pero Julián no dijo ni una palabra, se había ido por completo, lo único que pensaba era en esos tres niños con su misma cara, se agarró la frente, cerró los ojos y soltó un suspiro que salió de lo
más profundo, hacía 6 años que no veía a Valeria, desde aquella madrugada en que decidió irse sin despedirse, no le dejó ni un mensaje, nada cuadraba, sí, pero tenía planes, estaba a punto de cerrar un trato que lo cambiaría todo, se fue pensando que ella lo entendería, que después ya habría tiempo para arreglar las cosas, pero ese momento nunca llegó, el auto siguió camino a su departamento en Santa Fe, cuando llegó Julián se sacó la chaqueta furioso y la tiró en el sofá, se sirvió un trago, aunque todavía no eran ni las 5 de la tarde.
Por la tarde caminaba de un lado a otro recordando todo lo que había vivido con Valeria, su risa, la forma en que lo miraba fijamente cuando le hablaba de sus sueños, la forma en que lo abrazaba cuando llegaba tarde y solo quería dormir y entonces pensaba en esos niños, cómo era posible que se parecieran tanto a él, tomó su celular y buscó en redes sociales nada, ni una foto ni una pista, Valeria había desaparecido del mundo digital como si nunca hubiera existido, eso lo hacía sentir raro porque había intentado olvidarla, pero en el fondo
nunca pudo, era ese tipo de amor que uno guarda en una cajita que no quieres volver a abrir porque sabes que va a doler, se sentó frente a su computadora, abrió una carpeta encriptada donde guardaba archivos personales y buscó las fotos antiguas, allí estaban, Valeria en la playa, Valeria en su departamento, Valeria con su perro, Valeria en pijama riendo con la boca llena de palomitas las miró una a una hasta que se topó con una donde lo abrazó por detrás con la cara pegada a su cuello, la foto que ella
misma se había tomado con el celular, la miró un buen rato y luego frunció los labios, sabía lo que tenía que hacer, le marcó a su asistente Mateo, necesito que busques a alguien, se llama Valeria Ortega, no tengo dirección, solo sé que vive en la Ciudad de México y tiene tres hijos, y algo más, sí, esos hijos podrían ser míos, hubo un silencio incómodo al otro lado de la línea, entendido señor, Mateo colgó y se quedó mirando la ciudad por la ventana, miles de luces, miles de personas, pero en ese momento solo una importaba, no sabía si estaba enojada, si la odiaba o si simplemente ya había
Superado pero esos niños no podía dejarlo así, no podía quedarse con la duda porque si eran lo que él pensaba entonces su vida estaba a punto de cambiar por completo, a la mañana siguiente despertó con una sola cosa en la mente, encontrarlo y esta vez no pensaba irse, sin respuestas, Julián no durmió bien, esa noche dio vueltas en la cama, miró al techo, luego se levantó, caminó por el departamento, lo tiró sobre las sábanas otra vez, cerró los ojos y volvió a ver esa escena, Valeria parada en la calle con sus tres hijos, tan parecidos a
él que hasta le dolía, era como si su pasado hubiera regresado de repente sin previo aviso y le hubiera dado una bofetada, al día siguiente antes de las 8 de la mañana ya estaba en su oficina, su equipo lo recibió como siempre con respeto con sonrisas falsas, apenas contestó, entró directo a su oficina, cerró la puerta y miró por la ventana, toda la ciudad seguía con su rutina, autos, gente, ruido, pero dentro de ella todo era un caos, se sentó frente a su escritorio, agarró su celular y empezó a checar de nuevo las redes, buscó su nombre, su rostro,
algún rastro de Valeria, nada en Facebook, ni en Instagram, ni en Facebook, ni en Instagram, ni en Facebook, ni en Instagram, ni en Facebook, ni en Instagram, ni en Facebook, ni en Instagram, ni en Facebook, no en Instagram, no en Facebook, no en Instagram, no en Facebook, no en Instagram, no en Facebook, no en Instagram, no en Facebook, no en Instagram, no en Facebook, no en Instagram, no en Facebook, no en Instagram. En ningún lado era como si se lo hubiera tragado la tierra, eso lo enfureció más, cómo podía alguien desaparecer tan fácilmente, cómo era que él, con todos sus recursos, no tenía idea de nada, Mateo llegó con un café y unos papeles, Julián apenas lo miró, le preguntó algo, sin rodeos, seguía sin decir nada, jefe, lo estamos rastreando por actas de nacimiento y registros escolares, pero si cambió de domicilio y apellido, ¿tardará un poco? Julián asintió, no estaba para pláticas, cuando Mateo salió estaba solo otra vez
, apoyó los codos en el escritorio, se agarró la cabeza con ambas manos y cerró los ojos, los recuerdos comenzaron a llegar a él como si alguien le pusiera una película en la mente, se vio hace 6 años, más joven, menos cansado, con esa ambición que casi le salía por los poros en ese entonces, él y Valeria vivían juntos en un pequeño departamento en Narbarte, no tenían lujos pero lo tenían todo, él trabajaba desde casa armando presentaciones, buscando inversionistas, tratando de sacar adelante su primera empresa, ella era maestra de preescolar, ella
Llegaban exhaustos, pero siempre con una sonrisa se reían de tonterías, pedían pizza por las noches, a veces no les alcanzaba la gasolina y se bañaban con agua fría pero estaban juntos y eso era lo que hacían en ese momento. Basta pero luego llegó la oportunidad, un fondo extranjero quiso invertir en su proyecto, pero tuvo que mudarse a Monterrey por un año, fue entonces que todo cambió, le propuso irse con él, ella dijo que no podía dejar su trabajo, sus alumnos, todo lo que tenía, discutieron muchas veces cada vez más fuerte, hasta que una mañana, sin decir nada, agarró su mochila, su
laptop unos papeles y se fue, le dejó una nota tonta que decía: “Lo siento, no puedo quedarme”. Así de cobarde fue, nunca más volvió a saber de ella, pensó varias veces en escribirle, pero siempre lo dejaba para después, luego su empresa explotó, llegaron los Tonis, los viajes, los millones, las entrevistas, los lujos, pero a veces cuando estaba solo se acordaba de Valeria y le dolía, ahora todo eso volvía como si el tiempo no hubiera pasado, como si la vida le dijera: “No has terminado con este capítulo”. Julián se levantó de su silla
, caminó hacia la pared donde tenía una vitrina con recuerdos, premios, fotos con políticos, reconocimientos de empresarios, peHabía una pequeña caja guardada hasta el fondo con cosas que no había tocado en años, la bajó, la puso sobre la mesa, la abrió por dentro, había una pulsera de hilo rojo que Valeria le regaló cuando estaban empezando una carta escrita a mano con su letra, una entrada de cine y una vieja prueba de embarazo positiva, la miró con sangre fría, no recordaba haberla guardado, tal vez la mantuvo dejada en el
departamento antes de irse, tal vez en ese momento no quiso entender, pero ahora, al ver esa prueba y recordar a los niños, todo encajó, ella se había embarazado y él se fue, volvió a sentarse, miró al techo, sintió rabia, tristeza, culpa, todo se mezcló, no sabía qué le dolía más, haberla dejado sola en ese momento, o haberse perdido 6 años de la vida de esos niños, su celular vibró era un mensaje de Mateo decía “Nosotros Encontré algo, te enviaré la dirección en 5 minutos.
“Julián miró la pantalla, respiró hondo, sabía que ese mensaje lo llevaría directo al lugar donde todo cambiaría, lo que no sabía era si estaba listo para enfrentarlo, Julián llegó a la dirección que le envió Mateo, una hora después no quería llevar conductor, manejaba su camioneta solo con la música apagada y las manos sudorosas en el volante, la zona no era peligrosa, pero no se parecía a las que buscaba. Los lugares por donde se movía ahora había calles con baches, puestos de tacos, gente sentada afuera de las casas, niños jugando fútbol descalzos, cuando estacionó la camioneta se quedó
Por unos segundos mirando el edificio viejo con la pintura descascarada pero no parecía abandonado, revisó dos veces el número, sí estaba allí, miró hacia el tercer piso, no sabía en qué apartamento vivía, pero algo en su pecho le decía que estaba allí, en ese momento no se atrevió a subir, pensó en tocarlo, pero ni siquiera supo qué decir, hola, soy el idiota que te embarazó hace 6 años, rió sin ganas se pasó la mano por la cara y decidió esperar, Mateo le había dicho que salía todos los días a trabajar, a eso de las
4 eran las 3:30 así que se quedó en el auto mirando el edificio como si fuera un enemigo, a las 4 se abrió la puerta del edificio, Valeria salió con los tres niños, iban peinados con pequeñas mochilas, caminaban como si fueran soldados, ella traía una bolsa grande al hombro y un celular en la mano caminaban hacia la esquina por donde pasaban las camionetas, Julián se bajó del auto. el auto sin pensarlo, sus piernas se movieron solas, cruzó la calle y cuando estaba a menos de 3 se encontró, dijo su nombre, Valeria se volteó
de inmediato, se paralizó, los niños también se detuvieron, mirándolo con curiosidad, el silencio duró unos segundos que parecieron horas ella no dijo nada, solo lo miró como si no pensara que estaba ahí, ¿podemos hablar?” dijo Julián en voz baja pero firme, Valeria bajó la mirada, no saludó, no preguntó nada, solo les dijo a los niños que pasaran adelante y esperaran en la tiendita de la esquina, ellos obedecieron sin decir nada, luego ella lo miró directo a los ojos, “¿qué haces aquí?” Julián tragó saliva, no
sabía por dónde empezar: “Te vi hace unos días, ¿esperabas un Uber con ellas?”, no contestó, solo lo miraba sin miedo pero con mucha frialdad, “no me digas que fue casualidad que me encontraras”, dijo finalmente con tono seco, “porque no te creo nada”. “Ese día fue casualidad”, respondió rápido, “pero hoy no, vine porque necesito saber, ¿sé si son mías?”, Valeria se cruzó de brazos, respiró hondo como si contuviera un grito, “y si lo son, qué vas a hacer, las vas a sacar de sus vidas para meterlas en la tuya, llena de lujo”.
de cosas que ni siquiera entienden, no solo quiero saberlas, no sabía de ellas, no sabía nada Valeria, lo miró con ojos brillantes, pero no lloró ni una lágrima, no lo sabías, no te importó quedarte, porque te fuiste como si yo no existiera, ni siquiera preguntaste si estaba bien, me dejaste con una nota de Julián, bajó la mirada, no tuvo forma de defenderse de eso, tienes razón, dijo, apenas audible, ¿y ahora qué?, vienes a hacerte el papá arrepentido, el hombre que todo lo tiene y quiere, llenar el hueco con algo que abandonaste. No vengo a hacerme nada. Vengo a
Asume lo que tenga que asumir si son míos quiero estar ahí no para quitártelos no para cambiarles la vida para que no sean nada más Valeria lo miró con una mezcla de rabia y tristeza luego vio a los niños que ya la llamaban desde la tiendita miró el reloj tengo que salir del trabajo a las 5 no tengo tiempo para esto ¿puedo verte otro día? preguntó casi rogando no sé no sé si quiero eso, no sé si quiero meterte de nuevo en nuestras vidas, nos costó mucho salir adelante, solo una vez más, un café, un lugar neutro, tú eliges, dudó, lo pensó unos segundos
, luego sacó su celular abrió la app de notas y escribió algo, le mostró la pantalla mañana a las 6 en esa cafetería, si llegas un minuto tarde me voy, Julián asintió, ella se dio la vuelta sin decir nada pero fue por sus hijos les dio la mano a los tres y los alejó como si nada hubiera pasado, se quedó de pie sintiendo que le habían puesto una enorme piedra en su pecho, pero también sentía algo más, había una pequeña oportunidad, pero ahí estaba Julián, no podía concentrarse en nada, el resto del día canceló una reunión con inversionistas, ignoró los mensajes de su prometida y se encerró en su cama.
Caminaba por la sala como un león enjaulado con el celular en la mano, revisando la dirección de la cafetería cada 5 minutos, como si fuera a desaparecer, tenía la cita con Valeria al día siguiente, pero su cabeza ya no le alcanzaba para esperar algo en su interior, ya no lo dejaba estar tranquilo, tenía que saber más, se sirvió un whisky sin hielo, tomó un trago largo y se sentó frente a él. su computadora entró a su correo, buscó el contacto directo de Mateo y le envió un mensaje corto, necesito saber más de Valeria, todo lo que encuentres,
colegios de los niños, trabajos, cualquier cosa urgente, no habían pasado ni 5 minutos cuando Mateo lo llamó, ¿está seguro jefe?, esto puede ser delicado, hágalo, quiero saber si son míos, no voy a esperar a que me lo diga con palabras, Mateo dudó pero aceptó, cortaron la llamada y Julián se quedó ahí parado mirando la pantalla, le temblaban los dedos, sabía que no estaba bien, que estaba cruzando la línea, pero no podía evitarlo, tenía esa sensación en el estómago, esa mezcla de ansiedad con miedo, algo dentro de él le gritaba que esos niños eran suyos, no necesitaba pruebas, tenía
lo vio fue como verse en un espejo dividido en tres, intento dormir un rato pero fue inútil, volvió a entrar a redes sociales sin resultados, luego buscó en Google “¿Cómo saber si un niño es tu hijo sin pruebas oficiales?” Las respuestas fueron absurdas, cerró todo y se tiró en el sofá con los ojos abiertos, mirando al techo, el reloj daba las 2 de la mañana, al día siguiente amaneció con una ligera neblina, Julián madrugó, más por nervios que por costumbre
, se bañó, se cambió de camisa tres veces y salió con más de una hora de anticipación, llegó al café, pidió una mesa en un rincón lejos de las ventanas y se sentó con la pierna en movimiento sin parar, miró el reloj cada 2 minutos, la gente iba y venía, pero Valeria no llegó cuando eran las 6 menos 10, pensó que no iría, se le cerró el pecho, pero justo a las 6 se abrió la puerta y allí estaba ella, llegó sola, con una blusa sencilla y el pelo recogido en una coleta, no traía maquillaje ni accesorios, solo su Como siempre la recordaba, Julián se levantó sin decir nada, Valeria se acercó, se sentó frente a él y lo miró
directamente, tienes 15 minutos, él asintió, volvió a sentarse y respiró: “Gracias por “Vengo, no lo hice por ti”, dijo inmediatamente, “lo hice para dejar las cosas claras”. Julián bajó la mirada un segundo y luego la volvió a mirar: “Quiero saber si los niños son míos, no estoy aquí por remordimiento ni culpa, estoy aquí porque necesito saber la verdad y si digo que sí, ¿qué vas a hacer?, apoyarlos, ser parte de sus vidas aunque no me quieras cerca”, lo miró con cara seria, “no puedes llegar 6 años tarde y fingir que todo se acomoda solo. No sabes lo que ha sido esto. Criarlos sola, trabajando en
dos lugares, haciendo milagros con el dinero y tú, ni siquiera preguntaste, no sé, no tengo excusa, entonces por qué ahora, porque los vi, porque me vi en ellos, porque no puedo fingir que no pasó nada”. Valeria permaneció en silencio, se notaba que iba a decir algo más alto, pero no lo hizo, en su lugar sacó un papel. Su bolso era una hoja doblada, “esto es lo máximo que te voy a dar por ahora”, dijo, dejándola puesta. la mesa, Julián la agarró, era una copia del acta de nacimiento de uno de los niños, leyó el nombre de Emiliano Ortega en el espacio vacío del padre.
, por qué no me pusiste porque no estabas, porque ni siquiera sabía si querías ser parte de eso, y porque no le iba a rogar a nadie para que fuera, papá Julián apretó el papel en sus manos, luego se lo metió en la chaqueta y los otros dos, mismo caso, no tengo a papá registrado, asintió, tragando fuerte, se quedó callado unos segundos, ¿puedo verlos?, hablar con ellos, no, ahora no están listos, no entienden quién eres y no quiero que te acerques con promesas que no vas a cumplir, no les voy a fallar, eso dijiste la última vez, la frase
cayó como un golpe, Julián no respondió, Valeria lo miró con dureza, pero en el fondo también se veían sus ojos cansados como si estuviera harta de cargar con todo sola, ¿puedo ayudarte?, preguntó, casi en voz baja, en lo que sea la escuela, la comida, la ropa, no te pido nada, solo déjame hacerlo, no quiero tu dinero, Julián, no es por dinero, es por ellos, lo miró en silencio, luego comprobó El tiempo ha pasado, tu tiempo ha pasado, se levantó, agarró su bolso y se fue, no se dio la vuelta, no se despidió, Julián se quedó allí solo, con el café frío y la cabeza llena de preguntas.
La duda lo carcomía por dentro y aunque no se lo confirmara con todas las cartas él ya lo sabía, lo sentía en los huesos, esos niños eran suyos y no iba a parar hasta demostrarlo, Julián llevaba dos días dándole vueltas a la misma idea, Valeria no le contó todo eso, él fue muy claro, había muchas cosas que no cuadraban, sobre las actas de nacimiento, sin padre, su desaparición total de las redes, la forma en que lo miraba con tanto rencor, había una historia que él desconocía y ya no podía esperar
a que ella se la contara por voluntad propia, así que decidió buscar a alguien que supiera, recordó a Jimena, una amiga en común que tenían cuando él y Valeria estaban juntos, era de esas chicas simpáticas, buena onda, chismosa, sin malicia, que sabía todo de todos y si alguien podía tener una pista de lo que pasó con Valeria tras su partida era ella le envió un mensaje directo Necesito verte se trata de Valeria jimena respondió rápido valeria Ortega buscas a Valeria después de 1000 años esto va a estar bien quedaron para
verse en un restaurante de la Condesa llegó tarde como siempre con su energía escandalosa y un vestido que llamó la atención del otro se sentó frente a Julián, le sonrió como si el tiempo no hubiera pasado y agarró el menú sin prisa, ahora me vas a decir por qué te fuiste como un cobarde hace años y ahora vienes con cara de que te perdiste algo, Julián no tenía humor para bromas, Jimena, necesito saber algo, qué pasó con Valeria después de que me fui, lo miró, dejó el menú y se cruzó con él. Brazos, ¿por qué preguntas eso ahora?
Porque la vi, está aquí en la ciudad, tiene tres hijos, Jimena abrió bien grandes los ojos, qué tres, tres y son míos, lo sé, aunque no me lo diga, lo sé, Jimena, se quedó callada unos segundos, luego suspiró, sabía que un día esto iba a pasar, ¿sabías qué?, mira, no sé todos los detalles, pero sí sé que después de que te fuiste, Valeria desapareció, un día dejó el trabajo, cerró su cuenta de Facebook, dejó de contestar llamadas, mensajes, nadie sabía nada, pensé que se había ido del país o algo, pero un día, como un año después, la encontré en una tiendita, estaba
con una carriola doble y un niño en brazos, casi me desmayo, le pregunté, qué pasa, qué había pasado, por qué nunca dijo nada y solo me lo dijo, no había nada que decir, Julián apretó la mandíbula sentí que su corazón latía más rápido, ¿no te dijo que eran míos?, no, pero ella no tenía que decirlo, o sea, hola, eran como fotocopias tuyas y la verdad la manera en que te mencionó fue extraña, como con dolor pero también con ganas de dejar de hablar del tema, me dijo que estaba bien, que se las arreglaba, que tenía
ayuda de una tía y que no necesitaba a nadie, ni a ti ni a mí ni a nadie, Julián se quedó callado, le ardía la cara, no sabía si era de vergüenza o de enojo, ¿dónde vivía en ese entonces?, no lo sé, no me lo quiso decir, solo sabía que trabajaba en una guardería rumbo a Istapalapa, pero no duró mucho ahí, luego supe que la despidieron porque un padre celoso se enteró que era madre soltera con trillizos y armó un escándalo? Ves por qué te digo que para ella no fue fácil y nadie más la ayudó, nadie a quien ella no quisiera ayudar, se encerró
en su mundo, no quería que nadie la viera mal, siempre fue así de terca, fuerte, pero terca, Julián se recostó en la silla, sus hombros, su cabeza, su alma, por qué no me lo dijo, por qué Jimena no me buscó, lo miró con una ceja levantada claro, le preguntas eso después de dejarla sin mediar palabra: “Mira que te quiero, pero hiciste una cosa.
“Valeria no te buscó porque no quería suplicar porque sabía que si no estabas para quedarte, no valía la pena tenerte cerca, elegiste irte, ella eligió seguir el silencio, se volvió incómodo, Julián no supo qué responder, nunca había escuchado todo eso tan de frente, siempre había cargado con la culpa, sí, pero escuchar cómo sucedieron las cosas en realidad fue diferente, le dolió mucho, Jimena lo miró con más calma, ¿te lo vas a hacer? una prueba de ADN, sí, pronto, pero creo que ya no la necesito, porque más te vale que vuelvas a meterte en esa historia, que lo hagas en serio, porque si te vas otra vez, esta vez no habrá vuelta atrás, Julián asintió, no
prometió nada, no dijo grandes frases, solo supo que desde ese momento no había vuelta atrás, esa tarde Julián no pudo contenerse, no quería más vueltas, ni pistas ni pistas sueltas, había hablado con Jimena, él Había visto el acta de nacimiento, había sentido esa punzada en el pecho desde el primer momento que vio a los niños y estaba cansado de cargar con la duda, así que fue a buscar a Valeria, la esperó afuera del edificio donde vivía, no la llamó antes, no le avisó, solo se quedó ahí parado, recargado en su camioneta con cara de pocos amigos, estaba decidido a
hablar y no se iba a ir sin respuestas, no le importaba si se enojaba, si gritaba o si lo mandaba a la casa, lo único que quería era escuchar la verdad con todas sus letras, a las 5:30 la vio salir con los tres niños, iban vestidos igual que la vez pasada, mochilas pequeñas, peinecitas hablando entre sí, iba con paso acelerado, con esa cara de me voy tarde que tienen todas las mamás que hacen mil cosas al día, cuando lo vio se detuvo en seco ¿Qué haces aquí? dijo sin moverse tenemos que hablar volvió a responder tajantemente con lo mismo
ya hablamos te di un espacio te dije lo que tenia que decirte ¿Qué más? quieren quiero la verdad completa sin andarse con rodeos Los niños observaban la escena sin entender mucho Julián se agachó y les habló con una sonrisa forzada ¿Me permiten hablar un momento con su madre? solo un ratito, lo miraron con curiosidad uno de ellos Emiliano fue el primero en contestar “usted es amigo de mi madre.
“Valeria se adelantó de inmediato, vayan al puesto de jugos, los alcanzo en 5 minutos, no se vayan, los niños obedecieron, tan pronto como se alejaron, ella se dio la vuelta con los brazos cruzados y la mirada aguda, ¿qué parte no entendiste que no quiero esto, ya no me importa si quieres o no, no estoy aquí para pelear, estoy aquí porque depende de mí saber, no es solo tu historia, Valeria es la mía, también la mía también” se burló con una risa irónica, “¿Te acuerdas de eso, años después, porque cuando te fuiste, no dijiste, es nuestra historia, dijiste, “me voy”. Así como así no me diste opción, lo sé, ya me lo dijeron y no lo niego, pero
Estoy aquí ahora, no para redimirme ni para pedirte perdón 100 veces, estoy aquí porque no voy a seguir sin saber la verdad, quiero saber si son mis hijos, sí lo son, soltó de golpe la frase lo tumbó, no fue gritada, no fue enojada, fue seca, fría, dura, como cuando alguien tira un vaso al suelo y no necesitas verlo para saber que se rompió, los tres, sí, los tres son tuyos, Julián cerró los ojos un segundo, todo se le revolvió en la garganta, se le hizo un nudo en la garganta, abrió la boca, pero no salieron las palabras, Valeria lo miró con los ojos rojos, conteniendo lo que fuera que llevaba dentro
, no lloró, no se quebró, pero se notaba que estaba al borde y antes de que preguntaras, sí, lo supe, desde el primer día que supe que estaba embarazada a la semana de que te fueras pensé en llamarte, buscarte, pero no pude, no quise quiero, tenía miedo, tenía rabia, tenía vergüenza, todo junto, así que los tiré solos, por qué no me decías nada, por qué no me ibas a creer, porque estabas en otro mundo, porque yo era un recuerdo para ti, no una persona, y por qué no iba a criar a mis hijos con alguien que se fue sin mirar atrás, Julián apretó los
dientes, no tienes idea de cuántas veces pensé en volverte a llamar, pero tenía miedo, me dije que ibas a estar bien, que lo iba a arruinar todo, ¿y ahora qué haces, entonces, vienes a arreglarlo con un abrazo y un cheque?, no vengo a pedirte una oportunidad, no contigo, con ellos, Valeria lo miró, esta vez no respondió de inmediato, lo pensó, se cruzó de brazos, respiró hondo, no saben quién eres, no te conocen, nunca me han preguntado por un papá porque no lo han necesitado y ahora apareces de la nada con cara de Ya vengo
a ser responsable, no es tan fácil, no quiero que sea fácil, solo quiero que me dejes acercarme poco a poco con respeto, con calma, no te pido que me perdones, te pido que me los dejes conocer, y qué les vas a decir, que tú eres su papá mágico, que apareció después de 6 años no sé no tengo idea de cómo se hace esto solo sé que si me vuelvo a ir no podré vivir con eso Valeria se quedó callada El silencio entre ellas era tan fuerte que se escuchaban las bocinas de fondo y una señora gritando el precio de los tamales al rato habló
Voy a pensarlo pero si un día entras en sus vidas ya no puedes irte, no puedes hacer esto a medias porque si les vas a hacer daño prefiero que nunca los veas, no me voy a ir, dijo Julián sin dudar, Valeria asintió lentamente, no dijo más, caminó hasta donde estaban los niños, los agarró de la mano y se fue sin mirar atrás, pero esta vez algo era diferente, esta vez no lo había echado, lo había dejado quedarse un paso, aunque ya era un niño. Empecé desde que Valeria le dijo que los niños eran suyos Julián no podía pensar en nada más, el trabajo le daba igual, los correos sin contestar
se amontonaban las llamadas importantes, se quedaban en el buzón, todo lo demás desaparecía, solo había tres nombres en su cabeza: Emiliano, Leo y Mateo, sus hijos, sus hijos, pero a pesar de Minersin, de lo que había dicho, algo dentro de él no lo dejaba en paz, quería estar seguro, lo necesitaba, no porque dudara de ella, sino porque tenía una necesidad loca de confirmar que no estaba soñando, era como si su cabeza le pidiera una prueba física, un papel, algo que le dijera: “Si son tuyos, no hay vuelta atrás”. Y aunque sabía que eso estaba
mal, que no era el camino, se dejó llevar un jueves a la salida de la escuela donde iban los niños, Julián esperaba dentro de su camioneta estacionada a una cuadra, oculto tras unos vidrios polarizados, se había enterado de lo que era la escuela por medio de Mateo, no le dijo nada a Valeria, no pidió permiso, simplemente fue, tenía un plan en mente y lo iba a cumplir sin pensar demasiado en las consecuencias, cuando vio salir a los niños sintió un hueco en el estómago, caminaban juntos riendo, jugando con sus mochilas, se parecían tanto a él que hasta le daban ganas de llorar, un hombre alto
y con barba que trabajaba como auxiliar en la escuela los guió hasta una pequeña banca mientras esperaban a que alguien los recogiera, Julián bajó del auto con una pequeña bolsa en la mano y caminó hacia ellos con paso firme: “Hola” dijo sonriendo “¿Se acuerdan de mí?” Soy Julián, amigo de su madre.
Emiliano lo reconoció al instante: “Sí, el que le habló afuera del edificio, escucha, te puedo hacer una pregunta, es para una sorpresa, pero necesito algo de ti, ¿alguien trae un chicle, un cepillo o algo que hayas usado?” Leo sacó una piruleta masticada de su bolsillo, Julián se agachó, la tomó con cuidado, la metió en una bolsa de plástico y sonrió perfectamente, gracias, campeón, ya verás qué buena sorpresa te tengo después. Los niños lo miraron sin entender muy bien pero no dijeron nada más, justo cuando se iba, apareció Valeria cargando su bolso a toda prisa como siempre lo veía de lejos y frunció el ceño, caminó directo hacia él, ¿qué haces aquí,
solo pasó, quería ver cómo salían los niños, nada más, los tocaste, claro que no, se cruzó de brazos sin creer nada, no quiero que andes merodeando sin avisar, entendido, sí, ¿solo quería verlos? Valeria los tomó de la mano a los tres y se fue sin despedirse, Julián se quedó un rato viéndolos alejarse, luego regresó al auto, abrió la guantera y metió la bolsa con la piruleta dentro de una caja especial, al día siguiente envió eso a un laboratorio privado, pidió una prueba de ADN urgente, ya tenía muestras de
su propia saliva guardada, todo estaba listo, el resultado llego tres días después positivo, Emiliano era su hijo, lo dijo con letras grandes en un correo encriptado que apenas podía leer sin que le temblaran las manos, se sentó frente a la computadora, respiró hondo y cerró los ojos, lo sabía, lo presentía, pero verlo ahí en un documento oficial con números y códigos y porcentajes estremeció al mundo, ese día compró juguetes, tres iguales, libros, mochilas, zapatos nuevos, ropa, llenó el baúl con cosas que pensó que podrían necesitar para enviarle un
mensaje a Valeria necesito hablar contigo es urgente no me respondió ni al primero ni al segundo ni al tercero lo dejo a la vista a los dos días se presentó sin avisar en su trabajo Valeria me dejaba en una cafetería donde lavaba platos por las tardes cuando lo vio se paró en seco ¿Qué haces aquí? ¿Me sigues? Tenemos que hablar Es importante otra vez ¿Qué hiciste ahora? Me hice una prueba lo miró confundida, ¿Qué prueba de ADN usé?, una muestra de Emiliano, lo siento, la necesitaba, Valeria lo empujó enojada
, ¿estás enfermo o no puedes andar recogiendo cosas de mis hijos sin permiso?, ¿quién te crees que soy su papá?, gritó Julián, la gente se volteó, algunos se detuvieron, bajó la voz, pero le ardía la cara, no tienes derecho, no tienes ningún maldito derecho, me mentiste, me engañaste, fingiste que solo querías conocerlos. Y esto lo armaste por detrás, tenía miedo de que me volvieras a cerrar la puerta, necesitaba saber, ya no aguantaba la duda, y eso te da permiso de invadirnos así, no, pero lo hice de todas formas y no me arrepiento, porque ahora sé que es real, que no estoy loca, que tengo hijos, que no
los imagino, Valeria se quedó helada, no sabía si gritar, llorar o pegarle, pero al final solo lo hice. La miró con decepción, ¿y ahora qué?, ¿vas a hacerles pruebas a los otros dos también?, ¿vas a comprarles amor con juguetes nuevos y fotos bonitas?, no quiero comprar nada, tengo muchas ganas de estar ahí, lo miró un buen rato, luego se dio la vuelta, volvió a entrar a la cafetería y cerró la puerta sin mirar atrás, Julián se quedó afuera solo con las maletas en el maletero, con las manos vacías, pero en su interior la obsesión ya no era duda, era certeza y no iba
a parar, Daniela Luján tenía una habilidad especial para notar cuando algo andaba mal y Julián, aunque era muy bueno para los negocios, las caras de póker y para salirse con la suya, no podía fingir, no por mucho tiempo algo en su actitud había cambiado, llegaba tarde, se distraía en las reuniones, se quedaba callado durante las cenas, dejaba el celular boca abajo, cosa que nunca hacía antes y lo peor era que se había vuelto frío, como si su cabeza estuviera en otro mundo, uno donde ella ya no existía, la observó durante días sin
decir nada, solo la analizó. con la mirada en silencio mientras creía que todo estaba bajo control, hasta que un día, mientras Julián se duchaba, Daniela desbloqueó su celular, no fue difícil, seguía usando la misma contraseña desde hacía años, era directo a los mensajes lo primero que leyó fue: “Necesito hablar contigo, es urgente, era para alguien que se llamaba Valeria.
Bajó revisó mensajes más cortos pero intensos, palabras como niños, pruebas, “Lo siento, necesito estar”. Su cuerpo se congeló, sintió la ira subirle al pecho, no lloró, no gritó, solo apagó la pantalla, dejó el celular donde estaba y se fue como si nada hubiera pasado, esa noche no dijo ni una palabra, solo cenó frente a Julián con una sonrisa fingida, preguntando por negocios, fingiendo interés, pero por dentro hervía, sabía que no podría enfrentarlo ni a la primera, necesitaba más, necesitaba pruebas y las iba a conseguir. Al día siguiente mandó a su asistente Lucero a investigar, le dio un nombre, Valeria Ortega y le pidió un informe completo
, no era la primera vez que usaba sus contactos para cosas personales, ya lo había hecho antes y sabía exactamente a quién llamar, mientras tanto empezó a seguir a Julián, contrató a un chaer con órdenes claras de no perderlo de vista, Julián se movía y entre la oficina, una escuela pública en Itacalco, un edificio antiguo en Narbarte y una cafetería donde se vio con una mujer, el chofer tomó fotos enviadas por Daniela, los vio a todos uno a uno y en cada imagen su ira crecía más cuando por fin tuvo la información completa
, la leyó entre dientes, valeria, maestra, madre soltera sin redes, sin pareja conocida, tres hijos, edad, 6 años, fecha de nacimiento 6 meses después de que Julián y ella terminaron se sintió humillada, utilizada, traicionada, no solo le ocultaba algo, le ocultaba lo más grande que una persona podía tener, una familia paralela, porque eso era así él no hubiera estado presente todos esos años, aunque apenas los conociera, ahora los hechos eran los mismos: tenía hijos con otra mujer y no se lo había dicho, esa noche ella lo esperó despierta
ella estaba sentada en el sofá con la carpeta en la mano cuando él entró al apartamento, ¿estás bien?, preguntó Julian al verla con esa cara seria, ¿qué te parece?, respondió ella sin moverse, él la miró extraño, se quitó la chaqueta pero al ver la carpeta en la mano entendió todo, ¿de dónde sacaste eso?, no soy tonto, Julian, se sentó al otro lado del sofá en silencio, ¿desde cuándo te lo preguntó hace poco? No lo sabía Y me lo ibas a decir o te ibas a casar conmigo ocultándome esto No lo sé No lo pensé Todo pasó tan rápido ¿
Te acostaste con ella mientras estabas conmigo? No tardé mucho en no saber nada Daniela se lo quedó mirando No le creí nada pero tampoco lo interrumpió ¿Y ahora qué vas a hacer? No lo sé Estoy procesando No quiero abandonarlos No quiero repetir los mismos errores y yo donde me quedo en todo esto, Julián no sabía qué decir, se quedó callado como si cada palabra que se le ocurriera fuera una bomba más, Daniela se levantó, caminó por la habitación respirando hondo, luego se giró y lo miró con esa cara de mujer que sabe que tiene el
poder en ese momento, Te voy a decir algo, Julián, estoy contigo desde que no eras nadie, desde antes de que te convirtieras en el empresario estrella desde que dormías en tu oficina mientras no gastaras en renta te ayudaba que reúnas todo lo que tienes yo pongo mis contactos yo pongo dinero yo apuesto por ti y te lo agradezco no quiero tu gratitud quiero lealtad se quedó callado si decides seguir con esa mujer y con esos hijos tú y yo se acabó y no solo me voy a ir me voy a llevar todo lo que pueda inversionistas contratos imagen todo te voy
a hacer perder más que una relación te vas a quedar sola ¿Lo tienes claro? Julián la miró sorprendido, nunca la había visto así de fría, calculadora, no era una amenaza, era una declaración, Daniela se fue esa noche sin despedirse, pero antes de irse dejó un sobre en la mesa, dentro había una copia del acta de nacimiento de Emiliano y un mensaje escrito a mano, Yo sí sé jugar sucio, Julián, tú decides cómo termina esto, Julián amaneció ese lunes con la cabeza reventada, no había dormido nada desde que Daniela se fue, dejándole ese sobre y
esa clara amenaza, no había tenido un minuto de paz en su mente, solo había ruido, ideas, dudas, coraje, tenía el celular lleno de mensajes del equipo, llamadas perdidas de socios y lo peor, una reunión agendada con la junta directiva de su empresa, a la que también pertenecía Daniela, se vistió de mala gana, se subió a su camioneta y fue directo a la oficina, apenas bajó al estacionamiento privado vio el Audi negro de Daniel allí en su lugar y supo que venía a cumplir lo prometido, nada era casualidad con ella, si le decía que la iba a hundir, era
Porque tenía una forma de hacerlo, cuando entró a la sala de reuniones ya todos estaban sentados, los socios principales, los contadores, el director legal y por supuesto Daniela sentada al fondo con su vestido blanco y su sonrisa controlada, como si absolutamente nada hubiera pasado, pero él la conocía, sabía que esa cara solo era el disfraz de alguien que tenía dinamita en su bolso, Julián dijo uno de los socios, Daniela dijo Nos dijo que hay algo urgente que debemos discutir con usted, se congeló por un segundo, Daniela tomó la palabra, sí, pedí esta reunión
porque creo que es importante que hablemos de estabilidad, reputación, liderazgo, cosas que últimamente han estado un poco flojas, el tono era amigable pero lleno de veneno, Julián la miró fijamente sin interrumpirla, ella continuó hablando como si estuviera dando una conferencia, todos hemos notado que usted ha estado desconectada, su rendimiento ha bajado, su participación en proyectos clave ha sido mínima y bueno, hay preocupaciones sobre su imagen pública, uno de los inversionistas se acomodó incómodo en su silla, ¿qué
es exactamente lo que usted hablando, preguntó Julián con voz firme, Daniela lo miró con una sonrisa que ardía de lo que todos ya saben o están por saber, tu vida personal, Julián, esa que te ha tenido distraído, corriendo detrás de una exnovia y unos hijos que nadie conocía y de paso, dejando negocios a medias, se puso tenso, no creía que fuera a hablar de eso así delante de todos, mi vida personal no tiene nada que ver con lo que hacemos aquí, claro que sí, interrumpió, porque cuando tu nombre sale en los medios, cuando tus decisiones personales afectan la credibilidad de la empresa, claro que tiene todo que ver y créeme ahora,
empezaron a hacer preguntas y no todas las respuestas te dejan en buena luz, el silencio se hizo espeso, Julián apretó los puños sobre la mesa, sabía que ella podía hacerlo, que tenía contactos en la prensa, que podía manipular titulares, que sabía dónde golpear, qué quieres, finalmente Daniela se cruzó de brazos sin fingir nada, quiero que pongas cada cosa en su sitio, que te alejes de Valeria Ortega de tus hijos de esa historia y que te vuelvas a enfocar en lo que realmente importa y si no lo hago pues voy a
filtra todo desde el abandono de tus responsabilidades hasta los detalles más sucios ¿sabes qué vende la historia del millonario que dejó a su novia embarazada de trillizos y ahora quiere regresar como un héroe va a explotar en redes vas a perder clientes confianza apoyo tú no harías eso no me conoces Por mucho que pienses, se hizo un silencio incómodo, nadie dijo nada, nadie lo defendió, solo lo miraron como si ya esperaran su decisión, Julián salió de esa habitación sin decir palabra, se encerró en su oficina y cerró las persianas, se sentó, apoyó los codos en el
escritorio y se agarró la cabeza con ambas manos, todo lo que había construido, todo lo que había cuidado por años, estaba en riesgo, y lo peor de todo, sentía que se lo merecía, por haberse dado por vencido, por haber regresado tarde, por no saber cómo manejar esto sin romper algo, ese día no fue a ver a Valeria, no contestó sus mensajes, estaba encerrado, ni siquiera comió, solo pensaba en lo que iba a comer. Sintió que si tomaba un camino perdería algo, si elegía a Valeria y a los niños, Daniela destruiría su carrera
, si elegía proteger la empresa, traicionó a su propia sangre, tres hijos que no habían pedido nada, que solo estaban ahí, porque un día decidió irse al final del día, cuando ya no quedaba nadie en la oficina, Julián se paró frente al espejo del baño, se miró como si no tuviera ni idea de que hacía tiempo que tenía ojeras, la barba crecida, su mirada apagada no se reconocía, se sentía dividido en mil pedazos y ahí, solo con la cabeza hecha jirones, comprendió que no podía seguir jugando a dos mundos, en algo Daniela tenía razón, debía tomar una decisión, pero lo que no
sabía era que aunque le costara todo, ya había tomado partido, solo necesitaba el coraje para decirlo en voz alta después. Ante la amenaza de Daniela, Julián se sintió atrapado, fue como si de repente ya no tuviera control sobre su propia vida, en su empresa debía actuar como si nada. pasaba, como si todo estuviera en orden, como si el mundo no se estuviera cayendo a pedazos, en cambio, cuando iba con Valeria y los niños, todo era diferente, ahí no estaba él el cio, el empresario, el tipo que debía tomar decisiones en frío solo estaba Julián y aunque se sentía
bien sabía que no podía vivir así mucho tiempo, era como caminar sobre un cable delgado esperando que se rompiera en cualquier momento, los días se le pasaban en excusas, en la mañana llegaba a la oficina y fingía estar concentrado, se reunía con clientes, hablaba de números, firmaba papeles, a veces comía con Daniela y ella lo trataba como si todo estuviera en pausa, pero con esa mirada que decía que no olvidaba ni una palabra de la amenaza, de vez en cuando soltaba comentarios pasivos, agresivos, como cuando
le decía en tono desenfadado: “No tarden, hoy no tienen edad para corretear, niños”. Fingía reír, pero por dentro se sentía observado por las tardes, en cambio cambiaba el rostro, llamaba a Valeria, si ella aceptaba, recogía a los niños, no en la camioneta blindada, usaba un auto más sencillo, que no llamara la atención, a veces los llevaba al parque o a comer helado o al cine, siempre cosas sencillas pero que los emocionaban como si fuera Navidad, al principio Valeria no se quedaba los dejaba ir con él, pero con
mil instrucciones, no les des dulces, después de las 6 el del medio se marea fácil, así que maneja despacio, al pequeño no le gusta que lo abracen de golpe, cosas de mamá que él sabe todo, Julián se las anotó mentalmente como si fueran órdenes sagradas y las cumplió al pie de la letra, con el tiempo Valeria empezó a quedarse un ratito, primero solo se acercaba cuando los niños volvían, luego se sentaba en la misma banca mientras jugaban, después quedó en ir a tomar un café y una tarde, sin planearlo, los cinco terminaron en una pequeña
pizzería de barrio riéndose de una tontería que dijo Leo, fue la primera vez que Valeria sonreía sin ese agobio encima, como antes Julián empezó a conocer a sus hijos, de verdad Emiliano, era el líder, el que hablaba más, el que todo lo preguntaba Leo era más callado pero muy observador y Mateo, el más chico, era el más tierno, el que siempre buscaba el contacto, el que se apoyaba en su hombro sin pedir permiso, una tarde en medio de una picnic improvisado en un parque, Julián les ayudaba a inflar unos globos, Emiliano lo miró fijamente y lo soltó,
—Eres mi papá —Julián se quedó paralizado, tenía el globo medio inflado en la boca, Valeria que estaba a unos pasos se volteó con los ojos muy abiertos—, ¿Por qué dices eso? —preguntó nerviosa—, Porque se parece a nosotros —respondió Emiliano con la lógica de un niño que todo lo ve más claro que los adultos y nos cuida y nos compra cosas y sabe cómo llamarnos sin confundirnos, eso lo hacen los padres, Julián dejó el globo agachado a su altura y le respondió con toda la calma que pudo, sí, Emiliano, soy tu papá —el niño lo miró sin decir nada más, luego se volteó, corrió
con sus hermanos y gritó—: Ya sé quién es. Valeria se acercó de inmediato, Julián pensó que lo iba a regañar, que le iba a decir que se había pasado de la raya, pero ella solo le dijo en voz baja, ¿estás seguro de que puedes con esto?, la miró al frente, no estoy seguro de nada, pero no voy a volver a salir corriendo, esa noche Julián volvió a su apartamento, Daniela no estaba, había salido con unos compañeros a cenar, se sentó en el sofá, encendió la televisión sin prestar atención y pensó en todo lo que había vivido ese día, en las risas de los niños, en la
mirada de Valeria, en la forma en que la menor le había tomado la mano al cruzar la calle como si fuera lo más natural del mundo y sintió miedo porque por muy feliz que se sintiera allí, sabía que tenía una bomba activa en su otra mitad de su vida, Daniela esperaba un error, solo uno, y cuando eso sucediera iba a apretar el botón, iba a destruirlo todo, pero aunque lo supiera, no podía irse, no ahora, no después. escuchar la palabra papá dicha con tanta inocencia por primera vez, no después de ver a esa familia que nunca pensó tener y que ahora no quería
perder por nada del mundo, ese viernes parecía un viernes cualquiera Valeria estaba en su segundo turno en la cafetería, los niños salían del colegio a las 4 y Julián como era costumbre en las últimas semanas se había ofrecido a recogerlos, ella aceptó, ya no con dudas, ya no con miedo, empezó a confiar aunque fuera un poco, vio cómo los cuidaba, cómo los escuchaba, cómo los conocía, Julián salió un poco antes de la oficina, estaba contento, traía en su mochila unas figuras de acción que había comprado para cada uno, planeaba llevarlos a comer hamburguesas y luego ver una
película en su departamento, estaba emocionado, como si viviera una parte de su vida que no conocía, una parte que le gustaba más que cualquier premio, reunión o firma de contrato, cuando estaba llegando al colegio sonó su celular, un número desconocido contestó sin pensar: “Bueno, ¿es el señor Julián Castañeda?” “Sí, habla, lo llamamos del Hospital Ángeles del Pedregal, trajeron de urgencias a uno de los niños a su cuidado, está en urgencias, Julián perdió el alma a sus pies, no supo si gritó o solo creyó hacerlo, el corazón le dio un vuelco como si hubiera corrido un maratón, colgó
sin decir más, puso primera y empezó con todo en camino, llamó dos veces a Valeria, nada tercera nada le escribió por WhatsApp, Leo tuvo un accidente, voy al hospital, te aviso, en cuanto sepa algo, al llegar no se estacionó, dejó la camioneta mal parada en la entrada, le tiró las llaves al ballet y entró corriendo, preguntó el nombre completo del niño, lo mandaron directo a urgencias, salió un médico a los pocos minutos, eres tú, el papá, Julián dudó un segundo, solo uno, luego dijo: “Sí, soy el papá”. El niño tuvo una caída fuerte, se golpeó la cabeza y perdió
el conocimiento, le hicimos una tomografía, no hay fractura pero lo vamos a dejar en observación, tiene una contusión leve, está estable pero hay que vigilarlo, lo puedo ver unos minutos, lo subieron a una camilla donde dormía Leo con una vía en el brazo y una venda en la frente, se veía pequeño, frágil, nada que ver con el niño que corrió y saltó todo el día, Julián se sentó a su lado y le agarró la mano, estoy aquí hijo no me voy a ir, todo va a estar bien, no lloraba pero le temblaban los ojos, pasaron 20 minutos y Valeria llegó corriendo con su cara pálida, despeinada, todavía con su delantal puesto.
Entró como un torbellino al cuarto, empujó la puerta sin pedir permiso y fue directo hacia Leo, qué pasó, qué le pasó, se cayó en el recreo, dijo Julián en voz baja, me llamaron porque estaba en la hoja de emergencias, no respondiste, Valeria agarró la cara del niño, habló bajito, le besó la mano, la frente, luego volteó a ver a Julián, tenía los ojos rojos, pero no lloraba, gracias por venir, no hay nada cerca de mí, iba por ellos, ¿te dijeron cómo fue?, sí tropezó en las escaleras, cayó de espaldas, estuvo inconsciente unos minutos, pero está bien
, solo lo van a vigilar, asintió, se quedó mirando a su hijo, le acariciaba el cabello, ¿puedo quedarme con él?, ¿puedo quedarme con él?, sí, ya hablé con la enfermera, le van a dar un cuarto en un rato, los dos pueden quedarse y tú Julián la miró tranquilo, yo también me voy a quedar, si me dejas, Valeria no dijo nada, pero no lo corrió, no le pidió que se fuera, solo asintió como si algo dentro de ella no quisiera pelear más horas después en la habitación ya asignada, Leo despertó, lo primero que hizo fue mirarlos a los dos, dónde estoy en el hospital, mi amor
, dijo Valeria con una sonrisa nerviosa, Leo miró a Julián, y tú también estás aquí, claro, no me iba a ir sin verte, sonrió el chico, me trajiste jugo, sí, y unos dinosaurios, pues quédate, Valeria lo miró y Julián, sin decir palabra, entendió que ya no tenía que pedir permiso, esa noche se turnaron para cuidar al niño mientras uno dormía en el sofá, el otro se sentaba junto a la cama, no hablaron mucho, pero hubo miradas, gestos, silencios que decían más que 1 palabra a la mañana siguiente Valeria le trajo un café, gracias por no soltarme
, gracias por dejarme ser, no lo hago afuera de agradecimiento, lo hago porque ya entendí que no te vas a ir, no, lo miró con un nudo en la garganta, así que lo vamos a hacer bien, Daniela no perdona, nunca ha perdonado y menos cuando siente que la ridiculizan por ella, que todos sepan que su prometido tiene tres hijos con otra mujer fue lo peor que le pudo pasar, no solo por soberbia, también por poder, en su mundo el respeto se gana con control, con miedo, con la imagen perfecta y Valeria, con su buena cara, con su
ropa sencilla y esos hijos que no pidieron nacer, así, le iba quitando todo eso, sin siquiera buscarlo, Daniela no gritó, no hizo alboroto, solo respiró profundo, se arregló el cabello frente al espejo y dijo frente a Lucero, su asistente: “Vamos a hacer desaparecer a esa mujer.
“Lucero la miró con atención, como cuando sabes que no debes preguntar, pero tampoco te puedes quedar callada, ¿a qué te refieres con lo que dije?, quiero que nadie la vuelva a contratar, quiero que la ciudad la vea como un peligro, no como una víctima, pero ella no ha hecho nada, no necesito que haya hecho nada, solo necesito que parezca que sí, al día siguiente Daniela se movió como solo ella sabía hacerlo, tenía una red de contactos que cubrían medios digitales, portales de noticias ligeras, cuentas de chismes en redes sociales y hasta un par de reporteros de nota roja que le debían favores y empezó la obra, primero una pequeña nota en una
página local de título: Escándalo en preescolar, maestra oculta su pasado y trabaja con niños sin licencia actualizada, acompañada de una foto borrosa de Valeria entrando a su trabajo con una mochila al hombro, luego los comentarios en redes de personas anónimas que decían haber tenido problemas con ella, madres que supuestamente la recordaban de años atrás, historias falsas, Mix, y funcionó: en menos de tres días, la directora del preescolar donde ella trabajó llamó a Valeria a su oficina: “Necesitamos suspenderte
mientras investigamos la situación”, le dijo con voz incómoda, “no es personal, pero hay presión de los padres, la imagen del colegio está en juego”. Valeria no entendía nada, “¿Qué hice? No se trata de lo que hiciste, se trata de lo que la gente cree que hiciste”, salió de ahí con el corazón en la garganta, caminó sin rumbo, le sudaban las manos en el camino, sonó su celular, era Julián, ¿de acuerdo?” le preguntó en tono tranquilo, me acaban de suspender del preescolar, qué, por qué no sé, dicen que hay un problema con mi historial que había una vieja denuncia de que hablan mal de mí en
redes, qué denuncia no sé Julián no sé de qué hablan, yo nunca hice nada malo, él supo en ese momento quién estaba detrás, no necesito pruebas, solo lo presentía, porque si alguien podía inventar un escándalo tan rápido era, Daniela colgó y llamó a Mateo, necesito que investigues si alguien del equipo de Daniela se ha movido en los medios o ha filtrado cosas rápido, mientras tanto Valeria llegó al Depa apenas cruzó la puerta vio una cámara apuntándola desde el encerado frente a ella, era un tipo con un teleobjetivo, de los que buscan la foto escandalosa para
vendiéndola cerró la puerta con fuerza y se asomó por la cortina, el tipo seguía ahí, esperando esa noche no durmió, los niños sí, pero ella no revisaba su celular a cada rato, leía los mensajes que le llegaban, algunos de apoyo, muchos llenos de odio, gente que no conocía, diciendo cosas horribles, llamadas de números extraños, una mujer incluso la insultó a viva voz cuando fue a comprar el pan, Julián fue a verla a la mañana siguiente lo recibió con una cara de ojeras ya no más marcadas Una voz apagada No quiero que los niños
pasen por esto Vamos a resolverlo Cómo ya me sacaron de la guardería Me dijeron que iban a checar mis antecedentes Qué antecedentes Qué antecedentes Tener hijos sola ahora es un delito No estás sola y vamos a limpiar tu nombre ¿Y si ya no hay manera? ¿Y si ya no puedo salir a la calle sin que me vean como una vergüenza? No, no van a crecer viendo que a su madre la humillaron con una mentira, lo miró agotada, pero había fuego en su mirada, era Daniela, cierto, Julián no contestó, no le hacía falta esa tarde mientras los niños jugaban con Legos en la sala,
Valeria se sentó en el sofá mirando al vacío y por primera vez en voz alta dijo algo que había guardado durante años no voy a dejar que me destruyan otra vez, no, ahora Julián no se dio cuenta del golpe hasta que lo tuvo encima, todo pasó en cuestión de días, como si alguien hubiera tirado de una cuerda y de repente todo se vino abajo, primero fue una llamada de un inversor extranjero, lo de siempre, que estaban preocupados por la imagen pública, que habían leído rumores de que si la empresa estaba teniendo
inestabilidad personal en la gerencia, Julián intentó calmar las aguas, decir que todo estaba bajo control, pero ya era tarde, se sembraron las dudas, luego vinieron los correos, el socio principal en uno de sus proyectos más grandes, canceló un trato que llevaban meses preparando, usó palabras bonitas para taparlo, reestructuración interna, cambios de enfoque, nuevas oportunidades, pero Julián sabía bueno lo que significaba: lo dejaban solo y atrás de eso lo más seguro era ella, Daniela no había soltado una bomba, había soltado varias, todas a la vez
dejó que la opinión pública lo juzgara por su vida personal, filtró detalles de sus ausencias, de cómo había priorizado intereses personales en medio de importantes negociaciones, incluso alguien, seguramente Lucero, su fiel asistente, filtró una copia del acta de nacimiento de uno de los niños, el documento se viralizó en un foro financiero con el título El millonario que olvidó a sus hijos, el daño estaba hecho, Mateo, su asistente entró una tarde a su oficina con cara de funeral, bajaron dos socios más, le dijo, dejando los papeles en el
escritorio y el banco ya no renovó la línea de crédito ¿crees que tu reputación afecta el valor de la marca? julián no respondió solo miraba todo con los ojos secos ya no podía enojarse y ni siquiera se sorprendió, era como si lo estuviera viendo desde afuera como si todo esto le pasara a otra persona esa misma tarde recibió un mensaje de Daniela solo tres palabras te lo advertí y entonces comprendió que no había manera de seguir en ese mundo, no así, no con ella al acecho, no con ese infierno encima, comprendió que todo lo que había construido podía
desaparecer, pero que lo que estaba formando con Valeria y los niños, eso valía la pena, eso sí tenía sentido esa noche mientras los niños dormían y Valeria lavaba los platos en su departamento, él se sentó a su lado, no con el traje de siempre ni con el celular pegado a la mano se sentó con otra cara, más cansada, más humana, lo perdí todo”, dijo Valeria sin rodeos, puso el trapo en la tarja y la miró sin decir nada, Daniela cumplió su amenaza, se llevaron me bajaron de proyectos, me cancelaron contratos, quedé fuera del consejo, me borraron, y ahora qué vas a hacer, no sé,
pero quiero hacerlo contigo, no dijo nada, solo se la quedó mirando, ya no quiero vivir más, dividirme entre dos vidas, ya no quiero esconderme más, ya no quiero callarme, Valeria suspiró y se sentó a su lado, no te puedo prometer que todo va a estar bien, ni siquiera yo, pero sí te puedo prometer que no me voy aunque estemos en cero, aunque tenga que empezar desde abajo, tú desde abajo, el señor traje caro, Julián rió por primera vez en días, ya no tengo trajes, todos los guardé, ¿Y qué vas a hacer?, voy a vender mi parte de
la empresa, con eso basta para un tiempo, ya veremos, estoy cansada de vivir para quedar bien con los demás, Valeria lo miró, aún con miedo, pero también con algo nuevo en los ojos, respeto, de verdad harías eso, Ya lo estoy haciendo, Valeria bajó la mirada y ahí mismo en esa cocinita sin promesas, cursilerías ni abrazos novedosos, tomó Al día siguiente Julián fue a su antigua oficina solo a firmar los papeles de su salida, no hizo un drama, no dio un discurso
, no pidió aplausos, solo entró, firmó, recogió un par de cosas personales, una foto de su papá, una taza vieja con su nombre y una libreta y salió, Daniela no apareció, no dio la cara, pero él sabía que yo estaba viendo todo desde Minuno, su oficina, que seguramente se sentía ganadora y quizá estaba en ese mundo, en ese juego sí ganó, pero Julián ya no quería jugar ahí, se subió a su auto, puso música por primera vez en semanas y por primera vez en mucho tiempo no sintió su corazón hecho pedazos, sintió miedo, sí, pero también alivio
porque ahora era libre de vivir la vida que él quería, y porque en ese momento, al cruzar el Periférico con el sol poniéndose, supo que su verdadera historia apenas comenzaba, el departamento era pequeño, de paredes claras y muebles usados, pero tenía algo que Julián no había sentido en años: paz, no la paz aburrida o la que se finge para que los demás no pregunten, era otra cosa, era el ruido de tres niños corriendo por el pasillo con los calcetines torcidos, el olor a desayuno quemado mientras todos se quejan y el
hermoso caos de una familia real desde que dejó su empresa y vendió sus acciones Julián cambió por completo, lo primero que hizo fue comprarse un auto viejo, de esos que aún tenían un estéreo con botones y ventanas que se suben a mano, lo segundo fue dejar de ver noticias financieras, ni abrió su correo del trabajo, todo eso era de su vida anterior, lo apagó como quien cierra una puerta sin mirar atrás, ahora se levantaba todos los días a las 6 de la mañana, no por una reunión o un vuelo internacional, se levantaba porque los niños tenían que estar listos para ir al colegio, porque uno se levantaba en casa.
Le costó un siglo vestirse, otro escondía sus zapatos y el menor siempre perdía su lonchera, todo era un relajo pero él lo quería, Valeria al principio lo miró con una ceja levantada como preguntándose si todo eso iba en serio o si en algún momento se iba a rendir, pero los días pasaban y Julián seguía ahí, poniendo el café, barriendo el cuarto, cargando las mochilas, ayudando con las tareas, a veces mal a veces torpe pero siempre con muchas ganas y eso fue lo que más le dijo un día mientras recogían la ropa del tendedero, Valeria lo miró de reojo.
De reojo no se te escapa otra vida, que tal las cenas caras y las corbatas apretadas, si, esa, ni un poquito la verdad, la verdad, nunca había dormido tan tranquilo, aunque a uno lo desperté a las 3 de la mañana porque soñaba con monstruos y al otro me dio una patada en la espalda sin querer, Valeria rió bajito, era una risa que hacía tiempo que no me salía, de esas que salen sin planear, que no tienen filtro. Julián la miró fijamente un segundo más de lo necesario, ella lo notó pero no se apartó, solo bajó la mirada con una sonrisa tímida, ¿y ahora qué vas a hacer
?, le preguntó mientras doblaba una camiseta, no estoy segura, tengo algo de dinero ahorrado, pero no quiero volver a lo mismo, estaba pensando en emprender algo pequeño, un negocio propio, quizá una cafetería, algo tranquilo, tú en una cafetería, sí, hasta sé hacer café Press, Mateo me mostró a Valeria, ella lo miró sorprendida, Mateo, el ayudante de traje y gafas, él mismo ahora es dueño de una food trrack de sándwiches, me dijo que le va bien, y tú dejarías los millones, por eso los dejé ese día, por primera vez comieron los cinco juntos en la mesa del comedor, sin prisa, sin
interrupciones, Julián se sentó en medio de los tres niños, cortando su pollo, echando agua y limpiando la salsa del mantel sin quejarse, se veía cansado pero feliz, como si por fin estuviera en su sitio después, mientras jugaban con bloques de colores, Mateo, el más pequeño, se subió a su regazo y le dijo sin vueltas: “Papá, ¿puedes venir mañana a la clase abierta?” Julián lo miró como si acabara de recibir el premio más grande del mundo, clase abierta, sí, es un día donde los padres pueden ir a vernos bailar y decir poemas, habrá galletas,
claro que voy a estar, Valeria me escuchaba, la cocina no decía nada, pero se le apretaba el pecho, no de tristeza, sino de emoción, era la primera vez que uno de los niños lo llamaba papá, con total naturalidad, sin titubear, sin pensar si estaba bien o mal, esa noche Julián lavó los platos, barrió la habitación y luego se quedó viendo la tele con Valeria, nada del otro mundo, solo un concurso con largos comerciales, pero se sentían cómodos, sin prisas, sin silencios incómodos, “¿sabes qué es lo más difícil?” dijo Julián, ya medio dormido
“¿Por qué no gritarle al mundo que esta es la vida que siempre quise?” lo miró sin responder, apagó el televisor, se quedó allí a su lado en silencio, pero ya no era ese silencio lleno de distancia, era uno que decía: “Yo también estoy aquí”. Las cosas por fin se sentían estables, el ritmo en casa ya no era un caos, era una rutina, de esas que cansan sí, pero también te dan paz, los niños ya no preguntaban nada raro, ya no estaban confundidos, Valeria y Julián habían aprendido a moverse juntos, a confiar, a dejarse espacio el uno al otro, incluso habían ido a la clase abierta de kínder y Julián
terminó llorando mientras Mateo recitaba un poema mal memorizado que terminó en risas, todo iba bien hasta que regresó Daniela, la primera señal fue una carta, llegó en un sobre blanco sin remitente, Valeria la encontró en el buzón una tarde, mientras regresaba con los niños de la papelería, la abrió sin pensarlo mucho, era una hoja oficial, estaba firmado un documento judicial, sellado, citatorio, se había reabierto el caso de fraude por documentos alterados interpuesto hace 4 años y ella, Valeria Ortega, tuvo que presentarse como imputada, sintió que
se le borraba la calle, se le durmieron las manos, llamó a Julián desde el celular con los niños gritando a su alrededor, Llegó en menos de 20 minutos y al leer el papel lo entendió todo, no necesitaban pruebas, no necesitaban investigar, esa jugada tenía nombre, Daniela, ¿ya te había pasado esto?, preguntó Julián con voz tensa: “sí”, respondió Valeria mirando al suelo años atrás, cuando trabajaba en una pequeña oficina de papeleo, el jefe me pidió que firmara unos papeles, confié, no pregunté, estaba embarazada, necesitaba el trabajo, luego desapareció y me
señalaron como responsable, me defendí, lloré, expliqué todo y al final no hubo pruebas, el caso se cerró, pero eso quedó marcado ahí y ahora lo volvieron a sacar, sí, lo hizo, Julián apretó fuerte el volante, sabía que Daniela era capaz de cosas sucias, pero esto era otra legua, ella no solo estaba enojada, estaba decidida a destruir y esta vez no estaba contra él, estaba contra Valeria, a los pocos días los rumores en el colegio de los niños, algunas madres empezaron a murmurar cosas, uno incluso le dijo a la cara: “Dicen que estabas en problemas
con la ley, que feo que esto afecte a los niños, no Valeria no respondió, se tragó su valor y se fue con la frente en alto, pero por dentro estaba hecha pedazos, Julián empezó a moverse, aunque ya no tenía el poder que tenía antes, aún tenía conocidos, llamó a un abogado que había sido su cliente, leí, le explico todo, el abogado revisó el caso y le dijo la verdad, esto huele a venganza, pero el juez aceptó reabrirlo porque alguien presentó nuevas pruebas, es decir, alguien con poder lo empujó, si no paramos esto va a escalar, y si llegamos al fondo, si intentamos
Que esa prueba es falsa, puedes hacerlo, pero llevará tiempo y mientras tanto ella es culpable, aunque no lo sea, Valeria escuchaba todo en silencio, cada palabra le pesaba como piedras colgaban de su pecho, por la noche, cuando los niños ya dormían, se sentaban en la cocina frente a frente, la luz era tenue, no hablaban fuerte, como si no quisieran despertar ni a los niños ni a las niñas. la esperanza que aún quedaba, no quiero que pasen por esto, dijo Valeria en voz baja, yo tampoco, pero no te voy a dejar sola y si
pierdo, pues perdemos juntas, no quiero que vuelvas a perder, ya lo diste todo por mí y no lo diste todo por ellas, por mí también, sin saberlo, no estás sola en esto, Valeria no más, lo miró con miedo, miedo real, no al caso, no al Juicio al juicio del pueblo, al juicio de la vida, a los que no perdonan a una mujer que cometió el error de confiar, Julián se levantó y fue al cuarto de los niños y los observó dormir, luego regresó con ella y le tomó la mano, si ella quiere jugar sucio, nosotros también vamos a jugar, pero con la verdad esta vez no me voy a esconder, voy a
dar la cara, le apretó la mano, y por primera vez desde que recibió esa carta no sintió que se hundía sola, el juzgado olía de nervios, de café barato, de carpetas viejas, de gente entrando y saliendo con caras cansadas, no había cámaras ni flashes, pero para Valeria ese lugar era más duro que cualquier noticiero, era el lugar donde la iban a señalar de nuevo, donde otra vez tenía que explicarse, defenderse y esta vez con los ojos del pasado del presente y de todo México, encima Julián estaba con ella desde temprano en la mañana, le apretaba la mano en la banca de madera
donde esperaban el pase para entrar a su lado, el abogado que habían contratado revisaba papeles, hablaba por teléfono, leía el expediente una y otra vez, como si algo fuera a cambiar por arte de magia, Valeria no decía nada, solo miraba al suelo, no por miedo a la sala, sino por lo que eso significaba porque ahora no solo estaban en juego su nombre, su reputación, su libertad, la estabilidad de sus hijos esa tranquilidad que apenas habían empezado a construir, “lista” le dijo Julián en voz baja, ella
asintió, no estaba, pero tenía que decir que sí entrar, la sala era sencilla, un juez al centro, una secretaria a un lado, dos sillas al frente, lo demás eran bancas como de iglesia todo se sentía frío, fuerte cuando mencionaron su nombre completo Valeria se puso de pie, caminó hacia el frente, el juez le pidió que dijera su ocupación, lo hizo con voz firme, aunque por dentro sentía que se le doblaban las piernas, alguna vez falsificó documentos de trámites legales, preguntó sin rodeos al fiscal directo, no firmó papeles sin
Al leerlos confié en mi jefe, él me dijo que era rutina y si ese papel tenía información falsa? usted no se considera responsable, usted no sabía que era falso, el fiscal sonrió como si ya tuviera su respuesta, ignorar algo no te hace inocente, señorita Ortega, Julián apretó los dientes, quiso ponerse de pie, gritar, pero no pudo, no le correspondía, por ahora el abogado defensor presentó pruebas, dijo que el caso ya se había cerrado una vez por falta de pruebas, que reabrirlo con documentos casi idénticos no tenía sentido, pero el juez permitió que siguiera, hubo una nueva
declaración de alguien que afirmó que Valeria había participado conscientemente, un testigo anónimo según dijeron, la tensión subió, Valeria miró a Julián, él le respondió con una mirada que decía: “Confíe afuera, en la calle, la cosa es que ya se había corrido una cuenta de chismes, ella publicó la noticia esa mañana, exmaestra acusada de estafa, la madre de Mirón, los hijos del exempresario Julián Castañeda, volvieron a circular las fotos antiguas, su rostro, el de los niños, el de Julián, todo mezclado en publicaciones lleno de juicios, odio y
muy pocos datos reales, Mateo, ahora amigo y casi hermano de Julián, fue quien trajo la sorpresa, ese día llegó a la mitad del juicio con una carpeta bajo el brazo y cara de tengo algo, se la entregó al abogado, quien la leyó con los ojos bien abiertos, pidió la palabra al juez, su señoría, tengo una declaración jurada de Ernesto Palacios, exjefe de los imputados, quien firmó este documento confesando que obligó a Valeria Ortega a firmar documentos alterados para deslindarse de responsabilidad, también reconoce que huyó del país con el dinero recaudado y
lo cual cito textualmente, ella no tenía conocimiento de nada de lo que hice, el fiscal intentó objetar, el juez lo detuvo, dónde está este señor Palacios en Canadá, pero envió el documento oficial notariado, también envió una videollamada listo para dar testimonio en vivo, el juez lo pensó unos segundos, aceptó, en la pantalla apareció un tipo de unos 50 años con barba y rostro cansado, Ernesto Palacios con voz firme pero sin mostrar culpa, dijo, Junté todo, me iba a quedar sin negocio, falsifiqué papeles para tapar errores, Valeria no tenía idea, yo solo
firmo lo que le dije, el juez pidio receso en el pasillo, Valeria rompio a llorar, no como victima sino como quien le quita una piedra de años encima, Julián la abrazo sin decir nada, al fin y al cabo alguien estaba diciendo la verdad por ella, aunque fuera tarde, aunque nadie recordara el daño que le hicieron, una hora después volvieron a entrar, el juez pidio silencio y hablo sin decir nada. desvíos por falta de nuevas pruebas válidas y con la confesión recibida el caso queda definitivamente cerrado, Valeria Ortega queda libre de
toda acusación, no hubo aplausos ni abrazos, solo un largo y denso silencio, pero para ellos ese silencio era lo más hermoso que habían escuchado en mucho tiempo, los días posteriores al juicio se sintieron extraños, no mal, no bien, extraños como cuando llueve mucho y de pronto sale el sol pero todo sigue mojado, la gente ya no hablaba tanto del escándalo, las redes se habían distraído con otros chismes y el nombre de Valeria empezó a desaparecer poco a poco de las búsquedas, ocurrió lo que parecía imposible, la tormenta se calmó, volvió a sonreír, aunque
en la calle seguía siendo difícil para ella, caminaba con la mirada firme, pero cada vez que alguien la veía demasiado, le temblaba el estómago, no porque tuviera miedo de volver a ser acusada, sino por todo lo que tuvo que cargar sola durante tanto tiempo, años de soportar miradas, dedos, rechazos y todo por culpa de un error que no fue suyo, Julián, por su Por su parte, se encargó de poner todo en orden en casa, la rutina con los niños, los quehaceres, los paseos al parque, aunque también presentía que algo estaba por pasar, no sabía qué, pero lo lamentaba como esa sensación que uno tiene.
cuando todo está demasiado tranquilo y sí era un martes por la tarde cuando volvieron de dejar a los niños en el colegio encontraron un sobre debajo de la puerta del apartamento no tenía remitente solo decía para Julián era urgente valeria lo miró con desconfianza lo abrimos sí dijo Julián aunque ya tenía una extraña sensación en el pecho lo abrió dentro había una carta escrita a mano y una foto: La carta decía: “Creíste que el pasado ya no te iba a alcanzar, pero a veces vuelve de formas que no esperas,
este niño también es tuyo, la foto mostraba a un niño de unos 6 años sentado en una banca del parque, mismo pelo, misma cara, mismo lunar en la ceja que Julián había visto en sus propios hijos, era como mirar otra versión del espejo, Julián se quedó sin palabras, no entendía no podía hablar, ¿qué es esto?, preguntó Valeria, con la carta en las manos, esto es una broma, no sé, respondió con la voz entrecortada, reconoces a alguien, nunca lo he visto, te lo juro, se miró Mirándolo, intentando leer su rostro, Julián solo podía mirar la foto, le
temblaban las piernas, se sentó, ¿y qué significa esto?, ¿qué puede ser verdad?, dijo, apenas respirando en ese momento, antes de irme, salí. Con alguien por poco tiempo fue un desastre, ni siquiera fue algo grave, una vez, quizá dos veces, me fui poco después, nunca más supe de ella, Valeria frunció los labios y si es verdad, entonces tengo cuatro hijos, no tres, el silencio los envolvió, Valeria caminaba por la habitación como una leona encerrada, Julián seguía sentado inmóvil, con la carta abierta sobre las piernas, ¿quién pudo enviar esto así sin decir nada más?, por qué no lo sé ahora,
pero Daniela no hizo esto, esto es otra cosa: esa noche Julián no durmió, buscó entre papeles viejos, entre fotos, correos viejos, alguna pista, se quedó con un nombre, el de una mujer con la que salía. Antes de irme a Monterrey, se llamaba Sara, era discreta, seria, nunca Volvió a tener contacto con ella, pero ahora no podía sacarse esa cara de la cabeza ni de la del chico. Al día siguiente fue a hablar con Mateo, le mostró la carta. Mateo no preguntó nada, solo dijo: “Vamos a encontrarla y si es verdad, entonces tienes otra historia que
escribir”. Valeria lo apoyó, no lo regañó, no lo juzgó solo. Le pidió que si se iba a meter en esto, lo hiciera bien, que no dejara cabos sueltos, que no repitiera los errores del pasado. Julián volvió a mirar la foto del chico, tenía los ojos grandes, con una mirada que decía mucho más de lo que cualquier carta podría explicar y allí, con esa foto en la mano, comprendió que el pasado nunca se cierra, solo que siempre hay algo más y esta vez él estaba allí. listo para enfrentar cualquier cosa. Solo pasaron tres días desde que llegó la carta, pero a Julián le parecieron semanas, no comía bien, no
Dormía, no se concentraba, llevaba la foto del niño en el bolsillo todo el tiempo, como si cargarla le ayudara a entender algo, o al menos a mantener la calma, no sabía si estaba a punto de abrir una nueva etapa o perder lo poco que acababa de construir, Mateo, como siempre, fue quien lo ayudó, le dio el nombre, la dirección y hasta un número de contacto, la mujer vivía en Querétaro, Sara Delgado había trabajado en una empresa de logística donde Julián había dado consejos años atrás, nada más, nada menos, Valeria le dijo
que se fuera sin dramas, sin quejas, solo una cosa, hacerlo bien, y lo hizo, se fue en su viejo coche con el estómago revuelto y la cabeza llena de cosas, todo el camino pensó en los niños, Valeria, en la posibilidad de tener un hijo más uno que no conocía, uno que nunca pidió nacer así, llegó un viernes por la tarde, tardó mucho en atreverse a tocar, era un edificio sencillo, de esos en los que el eco rebota y todos saben quién sube, cuando Llamó a la puerta, una mujer le abrió sin sorpresa, como si supiera que un día iba a suceder: “Sabía que vendrías”, dijo secamente
, directamente, “¿El sobre es tuyo?” “Sí”. “¿Por qué ahora?” Sara lo dejó pasar sin contestar, el apartamento era un niño limpio con juguetes regados en el tendedero, piso al fondo, una puerta entreabierta dejaba ver a un niño viendo dibujos animados, era él en la foto, se llama Iván, tiene 6 años, nació 4 meses después de que te fuiste, nunca te lo dije porque tú también te fuiste sin decir nada, no sabía que estabas embarazada, no lo estaba cuando te fuiste, me enteré entonces y no te busqué porque no tenía sentido, ya estabas en otro mundo, y por qué ahora Sara lo miró a la cara
, porque pregunta porque se parece tanto a ti que ya no podía hacerme la tonta, porque aunque no estés, tu cara está ahí todos los días y porque quiero que sepas que tienes un hijo, Julián se quedó sin palabras, le temblaban las manos, su corazón era todo “¿Puedo hablar?” con él?” Sara dudó, luego asintió, lo llamó en tono suave, Iván salió de la habitación con un muñeco en la mano, miró a Julián como si lo reconociera sin saber dónde “hola” dijo el niño, “hola campeón”, respondió Julián tragando saliva: “me llamo Julián, tú eres el que me envió los
legos, no, pero si quieres puedo hacerlo yo”, sonrió Iván, luego se quedó callado, mirándolo con esos mismos ojos que ya conocía, también era así igual a los demás, pero también diferente, tenía algo más reservado, más tranquilo, Julián se agachó para estar a su altura, ¿te gustan los dibujos animados?, sí, y los dinosaurios también, Iván no preguntó quién era, no, en ese momento solo se acercó y le dio el muñeco que tenía en la mano, se llama Tomás, puedes jugar si quieres, Julián lo agarró con cuidado, sus dedos temblaron al rato, Sara lo llevó a tomar una siesta
Julián se quedó en silencio en el sofá Sara regresó y se sentó frente a él no quiero tu dinero no quiero problemas solo quiero que lo conozcas si quieres si no llego quiero conocerlo ¿estás segura? sí solo necesito tiempo no que se lo cuente a los demás llegó a casa esa noche sin saber cómo empezar la conversación Valeria lo recibió sin hacer preguntas esperó a que hablara es cierto dijo, por fin es mi hijo y la madre no me va a pedir nada, no quiere pelear, solo quiere que lo conozca, se llama Iván, Valeria asintió, tardó mucho en
responder, vas a estar en su vida, sí, entonces nosotros también lo estaremos, ¿estás segura?, ¿no?, pero ya no quiero ser yo la que cierre la puerta, ya no, los niños no se enteraron de inmediato, fue poco a poco, al principio. Mostraron la foto, luego les contaron la historia como si fuera parte de una película, como algo que pasa, que a veces los adultos hacemos las cosas mal, pero que también podemos intentar hacerlas bien, un mes después Iván conoció a sus hermanos, ellos se lo quedaron mirando como si se vieran por primera vez y no dijeron nada raro, no hubo drama, no hubo celos
solo una simple frase de Emiliano, quieres jugar, Iván sonrió, sí, y así fue como el pasado, con todo lo complicado y doloroso que fue, se mezcló con el presente, sin arreglos mágicos, sin finales felices de película, pero con verdad y con ganas de hacerlo bien, el resto lo fueron escribiendo día a día juntos.