“Cuando supe que la chica que mi marido contrató como empleada del hogar era su amante, mantuve la calma y le encargué solo una tarea específica todos los días, y me quedé de brazos cruzados. Después de una semana, ella salió corriendo…
“Todo comenzó una tarde cuando mi marido llegó a casa y me dijo: — “Te cansas mucho y la casa es grande, he pensado en contratar a alguien para ayudar. A esta chica la conocí a través de un amigo, es muy trabajadora.”
Miré la foto de la chica: joven, de piel clara y con una cara de astucia. Sonreí ligeramente: “Claro, lo que tú decidas.” Pero no soy tonta. Con una sola vez que vi por casualidad un mensaje que decía “mi amor – mi niña”, lo entendí todo. No armé un escándalo. Tampoco le di una paliza. La recibí en casa con una actitud educada, e incluso le dije: — “Me siento muy cansada, ayúdame con todo en la casa, ¿sí? Especialmente con la ropa, soy muy exigente con eso.”
Y así fue como, cada día, le encargué a “la chica de la lluvia de mi marido” una tina llena de ropa: ropa interior, calcetines, toallas, sábanas, todo debía lavarse a mano. No podía usar la lavadora. Si no estaba limpio, tenía que volver a lavar. Le añadí una advertencia: — “Aquí no usamos suavizante barato, yo compro este importado, una gota vale 20 pesos, si te pasas, tienes que pagarlo.”
También me aseguraba de que, en los días nublados, fríos y con llovizna, yo “casualmente” cambiaba todas las sábanas y almohadas. Había que lavarlas con urgencia. Cada noche, le dejaba un vaso de jugo de naranja y lo ponía suavemente sobre la mesa frente a ella: — “Ánimo, sé que lavar la ropa es un poco difícil, pero a cambio… mi marido dice que eres muy hábil.” Ella me miró, y su cara palideció. Yo solo sonreí: “Somos mujeres, no nos haremos la vida difícil la una a la otra…”
El quinto día, la oí hablando por teléfono en voz baja con mi marido: — “No lo soporto más, tu mujer parece saberlo todo. Si me quedo, me quedo sin piel por el detergente, no por las lágrimas.” La noche del sexto día, fingí preguntarle: — “¿Piensas quedarte por mucho tiempo? Para cambiarte a un contrato de larga duración, ¿eh?” La mañana del séptimo día, la chica desapareció, dejando solo un mensaje para mi marido: “Nunca pensé que sería una empleada del hogar de verdad. Me voy, quédate con tu reina.”
Mi marido me llamó furioso: — “¿Qué le hiciste a la chica?” Yo tomé un sorbo de té con calma y respondí: — “Solo le di las tareas que le corresponden a una empleada del hogar. Ah, por cierto, planeo contratar a alguien nuevo. ¿Conoces a alguien más? Pero no me presentes a nadie que ya conozcas, es un fastidio.”
Él se quedó sin palabras. Yo me reí. El error de traer a tu amante a casa para que sea la empleada del hogar, creyéndote muy listo… aún le falta mucho para serlo.”