En la misma víspera de la boda, descubrí que mi prometida había abortado y que su exnovio era ni más ni menos que…
En la misma víspera de la boda, descubrí que mi prometida había abortado y que su exnovio era ni más ni menos que…
Alejandro y yo nos amábamos profundamente desde hacía casi dos años. Ella era dulce, atenta y mi madre la adoraba. Las dos familias estaban de acuerdo, las invitaciones de boda ya estaban repartidas y todo estaba listo para una ceremonia perfecta.
Pero justo el día de la boda, mientras me ajustaba la corbata en el vestidor, un extraño mensaje apareció en el teléfono de Ana, que se lo había dejado olvidado en la mesa:
“¿De verdad te vas a casar con mi hermano pequeño? No puedo creer que me hayas ocultado que abortaste a nuestro bebé…”
Me quedé helado. El remitente: Roberto, mi propio hermano de sangre.
Salí corriendo y llevé a Ana a una habitación privada. Le mostré el teléfono, con la voz temblorosa.
—¡Explícame esto! ¿Qué significa?
Ana se puso pálida, sus labios temblaban y sus ojos se enrojecieron.
—Tenía intención de decírtelo… pero no hoy… Roberto y yo… salimos en la universidad. Solo fueron unos meses. Yo… me quedé embarazada, pero él estaba estudiando en el extranjero. Tuve miedo y aborté sin decírselo a nadie…
Me quedé atónito. Un escalofrío me recorrió la espalda.
—¿Pensabas ocultármelo toda la vida?
—Te amo, de verdad. No supe que eras el hermano de Roberto hasta que fui a conocer a tu familia. Pero en ese momento… era demasiado tarde.
Grité.
—¿Tarde? ¿Cómo pudiste pensar que un secreto tan horrible podía enterrarse como si nada hubiera pasado?
Mi madre entró en la habitación, alarmada al vernos a Ana y a mí. Y después… mi propio hermano.
Roberto me miró con una expresión cansada y arrepentida.
—Quería decírtelo desde hace mucho. Pero pensé… que el pasado debía quedar en el pasado. Nunca imaginé que Ana era la mujer que amabas.
Me reí con desdén. Ambos habían elegido el silencio, habían elegido que yo fuera un payaso el día de mi boda.
Ana se arrodilló.
—Lo siento… No me queda nadie, no tengo familia. Solo quería un hogar, te amo, y eso nunca fue una mentira…
Me quedé en silencio, viendo el precioso vestido de novia que llevaba, sintiendo una profunda amargura. Un hijo enterrado en silencio. Un hermano que ocultaba la verdad. Una prometida que tramó para que yo nunca lo supiera.
Y entonces, salí al salón, entre el murmullo de los invitados, y tomé el micrófono.
—Disculpen todos… Hoy no habrá boda. No puedo casarme con una mujer que estuvo embarazada de… mi hermano.
El salón entero se quedó en un silencio sepulcral. Mi madre se desmayó. Ana se echó a llorar. Mi hermano bajó la cabeza en silencio.
Y yo… me di la vuelta y me fui. A mis espaldas, el sonido del vestido de novia arrastrándose por el suelo, un grito de desesperación y un amor que murió joven por un secreto imperdonable.
Un año después, todavía no me he enamorado, sigo viviendo en la duda y el dolor. ¿Y Ana? Oí que se había mudado al sur, para empezar de nuevo.
En cuanto a mi hermano, después de aquella boda, se marchó sin dejar rastro, dejando una herida que nunca sanaría en nuestra familia.
Y yo… nunca sabré si hice lo correcto al anular la boda, o si perdí a la mujer que de verdad me amaba solo por culpa del pasado.