Cada vez que regresaba, veía a su esposa guardando una toalla… y la sospecha lo llevó a instalar una cámara. Lo que descubrió fue una traición tan profunda como dolorosa.

Arjun y Priya llevan ocho años de matrimonio y viven en un tranquilo vecindario de Delhi. Él, ingeniero civil, pasaba días en viajes de trabajo por Rajasthan o Gujarat. Ella, vendiendo productos por internet, cuidaba a su hijo de tercer grado y mantenía el hogar. Para los vecinos, eran la pareja perfecta. Pero algo cambió.

Cada vez que volvía del trabajo, él la veía guardando la toalla mojada apresuradamente, o lavándola enseguida. Al principio pensó que acababa de ducharse, pero tras tres meses de esa rutina, algo lo inquietó. Una tarde regresó inesperadamente y la encontró saliendo del baño, aún empapada y con esa misma toalla. Su mirada, contrita y nerviosa, lo alarmó.

— “Estás de regreso… estoy lavando la toalla…” —le dijo ella.

Él no dijo nada, pero esa noche no logró dormir. A la mañana siguiente instaló discretamente una cámara apuntando hacia la sala y el baño.

Tres días, sin novedad. Hasta que al cuarto día, mientras estaba en Jaipur, recibió una notificación en su teléfono. Encendió la cámara y su corazón se detuvo. La vio limpiando el piso y mirando hacia la puerta. Quince minutos después, un hombre con camisa blanca, pantalón negro y un bolso entró. Sonrieron, ella lo condujo hacia el baño. Arjun se paralizó.

Salió disparado hacia Delhi, con la mente enloquecida. Al llegar, encontró zapatos desconocidos frente al baño. Lo abrió. Ella estaba con bata, el hombre sacaba un secador de cabello.

— “¿Qué está pasando aquí?” —rugió Arjun.

Priya tembló:

— “Él es Raghav, masajista. Tengo dolor de espalda desde hace meses…”

Pero Arjun vio algo más. En su bolso, además del aceite, había un sobre grueso con papeles sellados en tinta roja: documentos del contrato de tierras familiares en Lucknow.

— “¿Por qué están aquí los papeles de la tierra de mi familia?”

Raghav tartamudeó. Priya rompió en lágrimas:

— “No quise ocultártelo… pero descubrí que alguien en la familia está vendiendo esa tierra a escondidas. Y Raghav… es tu medio hermano.”

Arjun enmudeció. Raghav suspiró:

— “Antes de morir, papá me dejó esa tierra. Pero nuestra madrastra hizo cambios en los registros para venderla. Priya se enteró por una amiga del registro de tierras y me pidió que trajera los documentos así…”

La puerta sonó. Entró su madrastra, Savitri Devi, acompañada de dos hombres extraños. Con voz gélida soltó:

— “Sé que tienes esos documentos. Entrégalos o…”.

Arjun la retó:

— “¿O qué?”

Raghav dio un paso adelante, con voz fría:

— “Mamá, ya basta. Vamos a aclarar todo.”

Priya le tomó la mano. Arjun entendió que esas toallas mojadas no eran señales inocentes. Se trataba de un conflicto silencioso que ahora estallaba en su hogar.